La 'Fortuna balnearia' se copia en Buelles - ayto-penamellerabaja
La 'Fortuna balnearia' se copia en Buelles
El peñamellerano Ramón Alzola Llamero, vecino de la localidad de Buelles y poeta, pintor y escultor a tiempo completo desde su jubilación en el sector metalúrgico, está a «dos semanas» de terminar la reproducción de la 'Fortuna balnearia', un ara romana del siglo II después de Cristo que permaneció enterrada en una finca de Gijón hasta principios del siglo XIX. El altar original, que vio la luz por última vez en 1995, con motivo de la exposición 'Astures', es propiedad del gijonés Manuel del Castillo, quien manifestó la intención de ponerla a la venta.
Fue el Club Rotario de Gijón quien encargó a Ramón Alzola la reproducción de la 'Fortuna balnearia' y la intención del colectivo es colocarla «en la Fuente de la Mortera, un espacio geográfico próximo al poblado de Santa Bárbara», según explicaba Alfredo Álvarez Menéndez, coordinador de los rotarios gijoneses, que viajó ayer hasta Buelles para inspeccionar el trabajo de Alzola, acompañado por Germán Heredia, coordinador de eventos de los rotarios gijoneses, y por Paloma García Díaz, directora de los Museos Arqueológicos de Gijón.
La piedra arenisca en la que trabaja Ramón Alzola procede de la cantera Los Gemelos, ubicada en Quintes, y fue donada por sus propietarios. La losa, de unos 400 kilos de peso, mide 130 centímetros de alto, 50 de ancho y 16 de grosor.
El texto del ara está escrito en latín y una traducción libre podría expresar que «Tito Pompeio Peregrino construye este altar a la Fortuna balnearia para su salud y la de los suyos». La piedra lleva un remate en la parte superior, un 'foculus', que sería el receptáculo destinado a depositar las ofrendas.
Paloma García confirmó la futura ubicación de la réplica de la 'Fortuna balnearia' en la Fuente de la Mortera, un espacio donde la Empresa Municipal de Aguas (EMA) del Ayuntamiento de Gijón está realizando «una adecuación del entorno». Sobre la piedra, expresó la arqueóloga que se trataba de «un altar del siglo II, dedicado a la diosa Fortuna» y detalló que «quien mandó construirlo, Pompeio Peregerino, un gijonés romanizado, pretendía socializar el consumo del agua, para uso particular y general».
Una fragua con historia
Ante la atenta mirada de los emisarios llegados desde Gijón, el polifacético Ramón Alzola comenzaba la mañana puliendo en la fragua sus herramientas: buriles y cinceles. La forja en la que trabaja también tiene su historia, aunque no tanta como la piedra que permaneció 19 siglos enterrada en el barrio de Pumarín. Fue fundada por su bisabuelo, Ignacio Alzola, que llegó a Asturias en 1863 para trabajar en la carretera que tendría que unir Tinamenor con Palencia. Tenía 22 años, procedía de la localidad guipuzcoana de Zumárraga, era especialista en la elaboración de cal, no hablaba castellano y terminó contrayendo matrimonio en la localidad de Buelles.
Al final de la mañana Alzola confirmó que había asumido el trabajo «por la amistad que me une con el grupo de personas que quieren recuperar el altar» y manifestó que la obra «va a tener relevancia por ser la copia de un trabajo realizado en Asturias hace 2.000 años».