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En el Congo a los enfermos aún los toman por poseídos

En el Congo a los enfermos aún los toman por poseídos

En un enclave tan hermoso como hostil se encuentra 'Télema', un Centro de Salud Mental congoleño que cada día atiende a casi 200 personas y se ha convertido en toda una referencia a nivel nacional. Sor Ángela, nacida en Panes hace 74 años, es la responsable del proyecto. Se ordenó en Baiona y residió en París y Marsella, pero cuando se dio cuenta de que su compromiso espiritual estaba más lejos, con los desheredados del mundo, partió a Kinsasa, capital de la República Democrática del Congo. En 1991 fundó, junto a otras compañeras de la Congregación de Hermanas Hospitalarias el Centro de Salud Mental 'Télema', un espacio que proporciona ayuda y acompañamiento a enfermos mentales que se encuentran en situaciones precarias y, a menudo, son repudiados por sus propias familias. «En el Congo a los enfermos mentales aún los toman por poseídos» lamenta la religiosa, que durante sus 33 años de servicio en el país ha tenido que enfrentarse a los efectos de los prejuicios y falsas creencias habituales allí.

En la región los problemas de salud mental no son catalogados como tales y el enfermo es considerado una especie de embrujado que puede ocasionar graves daños a su entorno más cercano. «Muchos llegan encadenados o escoltados por la policía y con claros síntomas de agitación. Se cree que lo que tienen es cosa de brujería, pero son las guerras, la pobreza y la miseria lo que desencadena la enfermedad», señala sor Ángela. De ahí que los enfermos deambulen por las calles en condiciones deplorables y con frecuencia se conviertan en víctimas de maltratos y vejaciones. El caso de las mujeres enfermas es mucho peor, porque se exponen a violaciones y embarazos no deseados. De hecho, en el propio centro se ha habilitado un espacio específico para madres primerizas que no disponen de los recursos para criar a sus retoños.

Desde la asociación se proporciona a los enfermos asistencia médica y formación profesional para proveerlos de un medio de vida que facilite su posterior reinserción social. «La mayoría de personas con que trabajamos son analfabetas así que la función de los talleres resulta esencial para que ellos mismos puedan sentirse útiles y sean capaces también de mostrar su valía a las familias» apunta la asturiana. En estos talleres gratuitos los enfermos aprenden idiomas o cosen bolsos y con ello ganan una pequeña suma de dinero que les permite subsistir. En el centro trabajan actualmente 23 profesionales, 10 hermanas y un nutrido grupo de voluntarios de todas las edades: padres, madres, jóvenes, y estudiantes.

Una trayectoria ejemplar

Ahora, el Rey de España, Felipe VI, ha decidido reconocer la incansable labor de sor Ángela con un galardón, la Orden de Isabel la Católica, una distinción que premia «a españoles o extranjeros que favorezcan las relaciones de amistad y cooperación de España con la comunidad internacional». La entrega del galardón tuvo lugar en la embajada española de la República Democrática del Congo y al acto asistieron Carlos Robles Fraga, actual embajador, y otras figuras diplomáticas de la embajada.

«La llaman 'el ángel de Kinsasa' y su labor ha sido reconocida porque va más allá de lo asistencial. Ella se ocupa de 'los olvidados de los olvidados'», apunta Inmaculada González-Carbajal, presidenta de la 'Fundación El pájaro Azul' que, desde Asturias, financia proyectos solidarios como este.

Sor Ángela agradece el premio, pero lo tiene claro: «Se lo debo todo a ellos. Este reconocimiento no es mérito mío, sino que pertenece a las personas con las que trabajo. Ellas sí que luchan todos los días por salir adelante» Mientras tanto la actividad humanitaria de la asociación mantiene su frenético ritmo con la reciente inauguración de una nueva sede en el barrio de Kintambo. Este centro ya es considerado el mejor para enfermos mentales de todo el Congo.

Aunque hace dos años que no pisa Asturias, sor Ángela no baraja volver pronto, porque «la situación del coronavirus sigue siendo muy delicada y aquí tampoco nos falta trabajo».

Referencias

El Comercio